El Pozo (Halloween microrrelato)
Cada primavera uno de mis hermanos era enviado a un internado. Jamás volvíamos a saber de ellos. Sería extraño si hubiésemos sabido que eso no era la norma, pero no lo sabíamos. Vivíamos aislados, solo conocíamos a nuestra familia y a los criados que residían con nosotros.
En la finca había un pozo tapado con una madera gruesa al que mi madre siempre le gustaba sentarse cerca en primavera. Pasaba largas horas al sol cosiendo y cantando al lado del pozo, canciones algo melancólicas, que la dejaban triste y apática.
Llegó el día que me tocó marchar al internado y mi madre me hizo llamar al jardín donde se encontraba el pozo. Este estaba descubierto y me pidió que me asomara. Al inclinarme sobre el borde del mismo me empujó con fuerza y caí encima de mis hermanos muertos. Mientras cerraba el pozo con la pesada tapa, la oí murmurar:
—Algún día tendré un hijo listo que no se asome.
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